miércoles, 20 de agosto de 2008

Comunión Querétaro N°547 10/Agosto/2008 Pagina 2

Voz sacerdotal...

La alegría cristiana

A partir del domingo en el que conmemoramos la resurrección de Jesús, la comunidad de sus seguidores, repetimos a todas las horas una palabra: "aleluya, aleluya… alegría, alegría". Antes de que nadie se nos eche encima, recordándonos la realidad fuerte e injusta de nuestra sociedad, la realidad dura y calamitosa de millones y millones de personas amenazadas por el hambre y privadas de sus derechos más elementales, debemos hacer una aclaración.
Todo cristiano, en realidad toda persona, tiene una doble zona. La zona profunda, donde anidan los grandes interrogantes del hombre, esas preguntas que siempre están ahí sobre nuestro origen y nuestro destino final, sobre el sentido o sinsentido de la vida. Y la zona superficial, donde vivimos los acontecimientos diarios, donde nos llegan las noticias y los hechos de cada día.
Jesús vino a traernos su evangelio, es decir, su buena noticia. Por las buenas noticias siempre hay que alegrarse. Por eso, el anuncio de su nacimiento supuso "una alegría para todo el pueblo". No se cansó de hablarnos de los caminos que llevan a la felicidad, a ser dichosos, para que los viviésemos; y de los caminos que llevan a la muerte y al desasosiego, para que los rechazásemos. Después de entregar su vida en favor nuestro, Dios le resucitó, porque "el amor es más fuerte que la muerte", y nos aseguró que ese era también nuestro destino. Rompió para siempre el sinsentido y el absurdo de la vida humana. Tenemos fundamento para la esperanza y la alegría, nuestro futuro es la vida en plenitud y no el fracaso y el vacío.
El cristiano, después de lo vivido por Cristo Jesús, puede y debe disfrutar permanentemente de la alegría en su "zona profunda", su vida acaba bien, como la de Jesús. Alegría compatible con dolores de cabeza y de corazón, sinsabores, tristezas, fracasos, enfermedades… en su "zona superficial". Bien lo resumió San Pablo, dirigiéndose a los cristianos de Corinto: "Estoy rebosando de consuelo y sobreabundo de gozo (en la zona profunda), en medio de todas nuestras tribulaciones (en la zona superficial)".

Manuel Santos, OP


El arte y San Pablo...


San Pablo
Autor:El Greco
Fecha:1610-14
Museo:Colección Particular
Características:97 x 77 cm.
Material:Oleo sobre lienzo
Estilo:Manierismo
La figura de San Pablo se recorta sobre un fondo neutro, de la misma manera que se hacía en los retratos de la Escuela veneciana y que repetirá el mismo Doménikos - véase Antonio de Covarrubias -. Viste túnica azul y manto rojo, colores tradicionales entre las figuras divinas al simbolizar la eternidad y el martirio. En su mano derecha porta una espada, simbolizando su pasado como general romano; en la izquierda sujeta un papel con caracteres griegos. Como es habitual en estos santos aislados, El Greco centra su atención en el rostro del personaje, captando perfectamente su psicología. De esta manera transmite la espiritualidad que se le solicitaba por parte de sus clientes. El colorido empleado por el candiota es muy brillante, producto del contacto con el Manierismo. La fuerte luz que ilumina la figura provoca la eliminación del color en algunas zonas donde impacta con mayor fuerza, creando una sensación muy efectista. Los pesados ropajes, ampliamente plegados, impiden apreciar la anatomía de San Pablo, dando la impresión de mantener el influjo de Miguel Ángel a la hora de elegir figuras más bien amplias, adaptadas eso sí a la estilización característica que imprime a sus modelos El Greco.



Para reflexionar...

Iglesia y deporte

El pasado 8 de agosto darán inicio los XXIX Juegos Olímpicos que tendrán lugar en Beijing, capital de la República Popular de China. Se trata de un encuentro deportivo único en su género, pues reúne a todos los países del mundo; cada cuatro años, diversos deportistas del planeta, los más destacados, se congregan para competir en múltiples disciplinas deportivas, que se consideran universales.
Las Olimpiadas gozan de una gran tradición, y sin duda las ciudades sedes son el foco de atención para el mundo entero, pues se pueden conocer de ellas su cultura y sus tradiciones, aunque lo más relevante es el motivo que une al mundo: el deporte. Es justo, con esta ocasión, resaltar el gran valor del deporte para el cristiano, pues se dice que esta práctica está presente en todos los ámbitos, en todos los ambientes y en todos los niveles, ya que se considera un entretenimiento tanto para quien lo ve, como para quien lo realiza.
La Iglesia no sólo ha visto con buenos ojos el deporte, y más aún la celebración de las Olimpiadas; lo considera como «un instrumento valioso de educación cuando fomenta elevados ideales humanos y espirituales». Los Papas por más de cien años han hablado y alentado a los deportistas en grandes ocasiones, principalmente en las Olimpiadas y en el Mundial, a fin de reconocer esta práctica, promoverla y ubicarla en su justo valor.
El primer Papa que habló del deporte fue Su Santidad Pío X en el año 1905, posteriormente «el Papa alpinista» y enamorado del deporte Pío XI. Otro al que denominaban «el amigo de los deportistas», fue el Papa Pío XII a quien se le atribuye la construcción del primer gimnasio en el Vaticano. Los sucesores de Pedro no han perdido oportunidad para pronunciar diversos discursos en ocasiones especiales, inauguraciones de estadios o torneos, así como en las grandes fiestas deportivas. Luego le siguió el Papa Juan XXIII quien pronunció 9 discursos y el Papa Paulo VI quien pronunció 35 acerca del tema.
Quien destacó por su amor al deporte en los últimos años, fue el venerable Juan Pablo II quien pronunció 120 discursos durante su pontificado, precisamente porque en sus años de juventud destacó por sus dotes en el deporte principalmente en el esquí y la natación. Dentro de sus iniciativas, justo antes de las Olimpiadas de Atenas, decidió crear una Oficina del Deporte al interior del Pontificio Consejo para los Laicos, con la intención de sensibilizar a las Iglesias locales en la atención pastoral de los ambientes deportivos, proponer el estudio de temáticas específicas referidas al deporte, así como organizar y sostener iniciativas que ayudaran a suscitar testimonios de vida cristiana entre los deportistas.

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