lunes, 8 de febrero de 2010

Comuniòn Querètaro, 21 de Febrero de 2010 Nº 627

«Que en Cristo Nuestra Paz, México tenga Vida Digna»

Exhortación Pastoral del Episcopado Mexicano sobre la misión de la Iglesia en la construcción de la paz, para la vida digna del pueblo de México.

En los últimos meses, en toda la geografía nacional, suceden hechos violentos, relacionados, en numerosas ocasiones, con la delincuencia organizada; esta situación se agrava día con día. Recientemente se ha señalado que una de las ciudades de la República Mexicana tiene el índice más alto de criminalidad en el mundo. Esta situación repercute negativamente en la vida de las personas, de las familias, de las comunidades y de la sociedad entera; afecta la economía, altera la paz pública, siembra desconfianza en las relaciones humanas y sociales, daña la cohesión social y envenena el alma de las personas con el resentimiento, el miedo, la angustia y el deseo de venganza. Ante esto la Conferencia del Episcopado Mexicano, (los obispos de México) el pasado 15 de febrero presentaron la Exhortación Pastoral del sobre la misión de la Iglesia en la construcción de la paz, para la vida digna del pueblo de México, que titularon «Que en Cristo Nuestra Paz, México tenga Vida Digna»
Con esta Exhortación Pastoral nuestros Obispos quieren compartir su discernimiento sobre la misión de la Iglesia en la realidad de inseguridad y violencia que se vive en nuestro país y alentar la esperanza de quienes por esta razón viven con miedo, con dolor e incertidumbre. La Iglesia cumple su misión siguiendo los pasos de Jesús y haciendo suyas sus actitudes (Cf. Mt 9,35-36); de Él aprendemos la sublime lección de anunciar el Evangelio de la paz con la confianza puesta en la fuerza transformadora del Amor.
Se acercan a esta realidad con ojos y corazón de pastores. Acompañan en el camino de la vida a los hombres y mujeres de nuestro tiempo y compartimos sus esperanzas, sus logros y frustraciones; por ello, al ocuparse de los desafíos que la vida social, política y económica plantea a la vocación trascendente del hombre, no lo hacen como expertos, ni como científicos o técnicos, lo hacen como intérpretes y confidentes de los anhelos de muchas personas, especialmente de las más pobres y de las que sufren por causa de la violencia.
Los más de cien obispos hacen un LLAMADO A LA RECONCILIACION «Entre las funciones de la Iglesia está el ser reconciliadora. Por lo tanto, hacemos un llamado a la reconciliación a los gobernantes, a la ciudadanía e incluso a los miembros del crimen organizado. ¡A todos!».Recalcó también que, para construir la paz, se debe primero «educar para la paz», sobre todo en el seno de la familia y en las escuelas. «La paz es un don de Dios que debemos compartir con los demás».
En esta exhortación nuestros obispos analizan la inseguridad en el país y hacen recomendaciones a políticos, medios de comunicación y Fuerzas Armadas. Se detallan los «factores» que están ocasionando la violencia en el país, como son la crisis económica, la desigualdad social, la crisis de legalidad y el debilitamiento del tejido social. El proyecto incluye 258 puntos , de 115 páginas y producto de más de un año de trabajo.
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Bendición de la Casa Albergue de Vifac en Querétaro El 4 de Febrero nuestro señor obispo Don Mario De Gasperín Gasperín bendijo las instalaciones de la nueva casa albergue de VIFAC, estuvo acompañado por un grupo de jóvenes madres destinatarias de la obra, la Presidenta fundadora de VIFAC, Sra. Marilú Mariscal de Vilchis, bienhechores, voluntarias, colaboradores y autoridades civiles.
Animó a los que llevan adelante esta obra a favor de la vida, para que la continúen cuidando, fomentando y si es necesario defendiendo. Bendijo este hogar y a quienes lo habitan. Imploró la protección amorosa de Dios y de Santa María de Guadalupe Reina de México, para que salve nuestra patria y conserve nuestra fe.
En el albergue VIFAC, de futuras madres en situación de desamparo o de grave crisis emocional, pueden asomarse a una expectativa digna y esperanzadora. Cuenta con instalaciones en lo estrictamente indispensable, para brindar apoyo a mujeres embarazadas en soledad. Se les proporcionan gratuitamente los cuidados propios de la gestación, así como alimento, atención psicológica, preceptoría, formación en valores, educación sexual correctamente orientada y diversos talleres de oficios. VIFAC trabaja por una sociedad más fuerte en sus valores, en su ética y en su aprecio por la vida.
Para más información puede escribir a: queretaro@vifac.org o visitar: http//www.vifac.org
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México, D.F., 5 de febrero del 2010

«Anunciar la buena noticia no es para mí motivo de orgullo,
sino una obligación a la que no puedo renunciar» (1Cor 9,16)

CIRCULAR 2/10

EMINENCIA/EXCELENCIA:

Por petición de La Secretaría de Estado, le envío información de una persona que quiere hacerse pasar como Obispo Ortodoxo. Se ruega pueda Usted comunicar esta alerta a todas las parroquias, comunidades religiosas y conventos de su jurisdicción para que no vayan a ser sorprendidos.
Se trata del Sr. Juan Ignacio Cariaga y Cariaga, de nacionalidad chilena, quien se ha presentado con el nombre de «Clemente» o de «Alexandros de Córdoba», perteneciente a varias «Iglesias» (Iglesia Greco Ortodoxa Rusa en América Latina» «Santo Sínodo Heleno Ortodoxo Tradicinal»…), y últimamente intenta ser acogido en la plena comunión con la Iglesia Católica.

El Sr. Cariaga no es reconocido como Obispo por ninguna Iglesia Ortodoxa y por lo tanto se recomienda no darle crédito a sus afirmaciones.

Le ruego a Usted tome las precauciones pertinentes y así evitar cualquier tipo de engaño.
Aprovecho la ocasión para manifestarle las muestras de mi más alta estima.


+ Víctor René Rodríguez Gómez
Obispo Auxiliar de Texcoco
Secretario General de la CEM
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Fiesta del «Señor del Santo Entierro» El 5 de Febrero nuestro señor Obispo Don Mario De Gasperín Gasperín, en la Parroquial de San José Iturbide celebro la fiesta del «Señor del Santo Entierro».

El señor obispo inició su homilía exclamando: «Nuestra ayuda consiste en invocar el nombre del Señor. En su nombre fuimos salvados». agregó: «somos pobres pecadores y necesitamos quien nos salve, nadie se salva a sí mismo, y sólo Dios puede salvarnos».

Describió a Nuestro Señor Jesucristo, el Salvador como: el Hijo de Dios bendito, hermano nuestro, de nuestra carne, compartió nuestra humanidad, tuvo una madre, sintió hambre y sed, lloró, trabajó, predicó el evangelio, anunció la salvación, mostró amor y misericordia, fundó su Iglesia, entregó su vida en la cruz, nos salvó, nos hizo hijos de Dios, resucitó, nos da la vida eterna, intercede por nosotros.

Nuestro señor Obispo explicó como la asamblea aquí y ahora invoca el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, recordando el misterio de su muerte dolorosa, su santo entierro, su santa sepultura. Y como vive para siempre intercediendo por todos y quiere que todos resuciten con Él.

Habló del Kerigma: «Anuncio gozoso porque tenemos un Salvador, Jesucristo, que murió por nuestros pecados y resucitó para hacernos hijos de Dios y por Cristo, en Cristo y con Cristo tenemos esperanza de vida eterna, de salvación, de felicidad para siempre».

Manifestó el deseo de todo sacerdote: «Que la fe en Jesucristo esté viva en cada uno, que nunca olvidemos al Señor Jesucristo, nunca olvidemos lo que hizo por nosotros, que fuimos rescatados del poder del demonio y de la muerte por su muerte redentora».
Destacó la importancia de la parroquia, de los sacerdotes, de la familia donde se anuncia y se da a conocer que tenemos un salvador, Jesucristo, en quien tenemos esperanza de salvación. Como nace, crece, se fortalece un católico de verdad por medio de los sacramentos de iniciación cristiana, (bautismo, confirmación, Eucaristía). Y cómo es un verdadero discípulo y misionero de Jesucristo, que conoce, ama, sigue, imita, predica a Jesucristo, lleva a Jesucristo a los demás, a su comunidad, y al mundo entero.

Para concluir nuestro señor Obispo, mostró a la asamblea, a San Felipe de Jesús, primer mártir mexicano, quien consagró su vida al servicio del Evangelio, y dio testimonio con su sangre derramada por el martirio para que ayude a todos a conocer y amar a Jesucristo y ser auténticos cristianos, sus discípulos y misioneros.
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«Jornada de la Vida Consagrada»
El 2 de Febrero, en la fiesta de la Presentación del Señor y Jornada de la Vida Consagrada, nuestro Obispo Don Mario De Gasperín Gasperín, presidió la Eucaristía con religiosas y religiosos de las órdenes, congregaciones e Institutos que trabajan en la Diócesis de Querétaro. La casa de las Catequistas de María Santísima acogió al numeroso grupo de consagrados, para orar, estudiar y reflexionar juntos sobre su testimonio de vida, regalo de Dios a toda la Iglesia. Y también fieles y junto al Pastor Diocesano renovaron con la formula de la Profesión religiosa su deseo de dedicar su vida totalmente a Dios viviendo en comunidad los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia según el carisma regalado por el Espíritu Santo a la familia religiosa que pertenecen.

El objetivo de esta Jornada de la Vida Consagrada «Fue triple: ante todo alabar y agradecer al Señor por el don de la vida consagrada; en segundo lugar, promover su conocimiento y la estima de parte de todo el Pueblo de Dios; y finalmente, invitar a cuantos han dedicado plenamente su propia vida a la causa del Evangelio a celebrar la maravillas que el Señor ha obrado en ellos».

Nuestro señor Obispo recordó que esta festividad fue dedicada por el Venerable Papa Juan Pablo II para celebra el don de la «Vida Consagrada». Agradeció la presencia de institutos tanto femeninos como masculinos al servicio del Señor presentes y ausentes en la celebración. Invitó a todos a la oración en común que fortalece la acción de gracias a Dios por el regalo de la vida consagrada a la Iglesia y al mundo. El Papa Benedicto XVI, enfatizó, considera la vida consagrada como una riqueza. El Pastor diocesano invitó a pedir para que Dios conceda apreciar y estimar la vida consagrada en la Iglesia y en la Diócesis, para que en las parroquias estimen los fieles su verdadera dimensión.

Invitó a todos los institutos a participar con la pastoral vocacional animada por la Diócesis para fortalecer la vida religiosa, afirmó «unidos demos testimonio de fraternidad y al mismo tiempo expongamos a los fieles las grandes riquezas de los dones del Espíritu Santo. Y el suscitará vocaciones para cada uno de los institutos».
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«Es el misterio de la fe, el sacramento de nuestra salvación, el sacrificio del calvario presente entre nosotros»Homilía en la misa del Primer Aniversario de la Erección Canónica de la Basílica de Nuestra Señora de los Dolores de Soriano.
Soriano, Colón, Qro., 6 de Febrero de 2010

Muy Ilustres señores Vicarios Generales
Hermanos Presbíteros
Hermanos Consagrados y Consagradas
Miembros de los Consejos Parroquiales de Pastoral
Hermanas y Hermanos en el Señor Jesús 

1. Saludo a todos ustedes con afecto en el Señor y les doy la bienvenida a la Casa común, la ahora Basílica de Nuestra Madre Santísima, la Virgen de los Dolores de Soriano, Nuestra Patrona diocesana. 

2. Hoy es día de fiesta, de celebración y de acción de gracias por los beneficios divinos recibidos, cuyos aniversarios recordamos con alegría: El 146 de la Fundación de nuestra Diócesis de Querétaro con la bula Deo Optimo Maximo del Papa Pío IX; el 46 aniversario de la Coronación Pontificia de la piadosa Imagen de Nuestra Señora de los Dolores; el 1° de la Erección canónica de la Basílica y el aniversario número 19 de los Consejos Parroquiales de Pastoral.  

3. Acabamos, además, de publicar el Plan Diocesano de Pastoral, Tercera etapa 2010-2016, centrado en la Misión Permanente, y estamos celebrando el Año Sacerdotal que esperamos, bajo la protección de San Juan María Vianney, produzca abundantes frutos de santificación para nosotros los sacerdotes y de aumento de vocaciones sacerdotales y misioneras. En verdad, Hermanas y Hermanos, el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres (Ps 126, 3). Aquí hemos venido a mostrarle nuestra gratitud y nuestra alegría. 

4. Quisiera ahora, en primer lugar, invitarlos a contemplar, como en un retablo, la imagen de la Iglesia que nos presenta san Juan en el pequeño trozo del Evangelio que acabamos de escuchar, y ver allí también reflejada nuestra iglesia diocesana. Aparece primero y en el centro, «la cruz de Jesús», o sea, Jesús en la cruz. Ese es el centro, el corazón, el punto de referencia y de apoyo de la Iglesia: El Crucificado. Por eso, en nuestros templos e iglesias, siempre en el altar, en lugar principal y visible, debe estar el Crucifijo para que «miremos al Traspasado» y, fijos los ojos en Él, obtengamos la curación de nuestras llagas y de nuestros pecados. La soberbia humana, la lujuria y la prepotencia violenta, sólo se curan mirando con fe y de rodillas al Crucificado. El Crucifijo es un icono, una imagen litúrgica, que no debe faltar ni en altar ni en nuestro hogar. 

5. Junto a la cruz de Jesús, «estaba presente su Madre». La Virgen María no puede faltar junto a Jesús, pues por Ella nosotros recibimos al «autor de la vida, Jesucristo, Señor nuestro». Junto a Jesús, su Madre está compartiendo sus dolores, asociándose a sus sufrimientos redentores e intercediendo por nosotros. Es una presencia fuerte y consoladora, martirial y maternal, una presencia llena de fortaleza y al mismo tiempo de dulzura y de compasión. Es la Virgen fiel que mantuvo el sí de la Anunciación hasta la Cruz, y que nos enseña a permanecer fieles a Cristo también en el sufrimiento y nos consuela al mismo tiempo que nos ayuda a llevar su cruz. Es la Madre de los Dolores, a la que ahora aquí veneramos en esta devota imagen como Madre y Patrona nuestra. 

6. Estaban presentes también «la hermana de su madre, María la de Cleofás y María  Magdalena». Es la primera, naciente y fiel, pequeña pero valiente comunidad de seguidores de su Hijo. Esas que nosotros llamamos «las santas mujeres», serán testigos privilegiados de la resurrección de Cristo, y constituyen la presencia germinal de nuestra comunidad cristiana de testigos de Jesucristo. Serán las primeras en anunciar la resurrección a los discípulos y a nosotros. 

7. En ese contexto «eclesial», Jesús dirige su mirada desde la Cruz a dos personas del grupo: «a la madre y al discípulo al que él quería». Con ellos tendrá lugar ese diálogo que es nuestro consuelo y esperanza: su madre recibe al discípulo como hijo y el discípulo recibe a la madre de Jesús como propia. María amplía la maternidad de su Hijo para asumir, junto con ella, la maternidad de todos nosotros. Será la madre de la nueva comunidad. Desde ahora somos hijos en el Hijo y Ella es madre nuestra porque es la Madre de Jesús. Quien la recibe «en su casa» es el apóstol Juan, es decir, es la Iglesia fundada por Cristo sobre los apóstoles, la que recibe y goza de la intimidad maternal de María. Allí, precisamente «en su casa», en la comunidad apostólica, ella ejercerá su maternidad sobre toda la comunidad que allí se reúne: sobre toda la Iglesia.  

8. Esta es la imagen de la Iglesia que nos sugiere este pequeño trozo del Evangelio de san Juan, que reproduce este nuestro encuentro diocesano y que debemos prolongar en cada una de nuestras parroquias, especialmente en nuestras celebraciones litúrgicas. Cada comunidad parroquial debe actualizar este misterio con todos sus elementos y con toda su gracia salvadora. Es el misterio de la fe, el sacramento de nuestra salvación, el sacrificio del calvario presente entre nosotros. 

9. Haremos también, en esta ocasión, la bendición de la capilla que, asumiendo un nombre tomado de los hermanos Otomíes -ahora reconocidos por la UNESCO como generadores de cultura católica por sus ritos, fiestas y tradiciones-, hemos llamado «Capilla de ánimas», porque queremos dedicarla especialmente a orar por nuestros difuntos, como es piadosa y fiel tradición católica. En la Capilla del Apocalipsis celebramos a la Iglesia triunfante; en ésta, llamada «de Animas» tenemos presente a la Iglesia que aún necesita de purificación y de nuestra oración; y en nuestra Basílica nos hacemos presentes los que aún peregrinamos en este mundo hacia la casa del Padre. Aquí, pues, descansarán, esperando la resurrección, los restos de un querido Sacerdote, insigne bienhechor del pueblo y gloria de la Iglesia diocesana, Don Florencio Rosas, en cuya persona queremos honrar, en este Año Sacerdotal, a todos los sacerdotes de nuestra Diócesis que han entregado su vida al servicio de la Iglesia. 

10. Descansan también aquí los restos mortales de las últimas Hermanas Religiosas que pertenecieron a la Comunidad de Santa Rosa de Viterbo, en nuestra Ciudad episcopal, y que fueron violenta e injustamente arrojadas de su convento, pero recibidas con piedad y amor cristianos por sus familias y por la comunidad católica de este hospitalario pueblo de Colón. Nosotros recogimos sus restos mortales, les rendimos el honor que merecen y oramos por ellas. En memoria, pues, de este venerable Sacerdote y de estas Hermanas Religiosas, hemos construido esta capilla en la cual se orará constantemente por todos los hermanos y hermanas «que nos han precedido en el signo de la fe y descansan el sueño de la paz». Los católicos creemos en la vida eterna, en la vida futura, en la resurrección de los muertos y en la comunión con ellos mediante la oración y los sufragios; por eso, nos acordamos con cariño y respeto de nuestros difuntos, para que ellos nos tengan  presentes ante el Señor. Es la «comunión de los santos» junto con la esperanza de la «vida eterna» la que nos anima y sostiene en nuestra luchas.  

11. Hermanas y Hermanos: Nuestra fe es regalo espléndido de Dios; nuestra Iglesia católica es hermosa; la cruz de Cristo es poderosa; sus sacramentos, su gracia, su vida son dones que no merecemos, pero que disfrutamos; su Madre santísima no nos abandona nunca y nos consuela siempre. Tampoco somos ilusos: sabemos que la lucha es ardua y continua, que el nombre de Cristo es objeto de contradicción y que los cristianos no podemos menos que sufrirla también: «Si buscáramos agradar a los hombres, no seríamos discípulos de Jesucristo», decía san Pablo. Pero el Espíritu de Jesús, el Espíritu de la Verdad, está siempre con su Iglesia, con todos y cada uno de nosotros. Nuestra Iglesia ha pasado por momentos difíciles, ciertamente más que los que ahora está pasando; pero el grito de Cristo se sigue resonando en nuestros oídos: «No tengan miedo: Yo he vencido al mundo». Con Cristo y su Madre santísima tenemos asegurada la victoria. Al Señor Jesús, triunfador del pecado y de la muerte, sea en la Iglesia el honor y la gloria por siempre Amén.
 
† Mario De Gasperín Gasperín
VIII Obispo de Querétaro
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El caminar de Iglesia Diocesana, durante la Revolución (1)
Padre D. Manuel Reynoso Olmedo y Padre D. Florencio Rosas Arce.


El Excmo. Sr. D. Manuel Rivera y Muñoz, gobernó la Diócesis de Querétaro del 11 de mayo de 1908 al 2 de mayo de 1914, la Revolución le provocó grandes penas. Muerto el Sr. Rivera, el muy Ilustre y Venerable Cabildo Catedral, en sesión plena celebrada el 6 del mismo mes, constituyó Vicario Capitular Sede Vacante al Padre D. Manuel Reynoso Olmedo.

Los rumores que corría  acerca de las profanaciones que había cometido los revolucionarios contra las personas y cosas consagradas a Dios, obligaron al P. Rector a permitir, con anuencia del M. I. Sr. Vicario Capitular, que los alumnos que quisieran, pudieran marchar a sus casa para evitar posibles atropellos. No quedaron en el Seminario sino unos treinta seminaristas de la ciudad, esperando noticias más tranquilizadoras para poder reanudar las labores escolares con los compañeros que había partido para sus casas.

Así trascurrieron varias semanas de incertidumbre, hasta que el 15 de julio de 1914, renunció Victoriano Huerta; el 19 de julio de 1914 por la noche se supo que los carrancistas venían en dirección a Querétaro, (plaza intermedia para llegar a México,) persiguiendo a los últimos federales. Todavía se creyó que aquéllos tardarían en llegar, porque necesitaban tiempo para reparar la vía de ferrocarril, levantada por lo que huían. Pero no fue así, el 28 de julio por la tarde con grande consternación se recibió noticia telefónica de que los revolucionarios estaban a una legua de distancia de la ciudad, evacuada días antes por las fuerzas del gobierno, y que esa misma noche el general Francisco Murguía, del Ejercitó del Noreste que era comandado por el general Pablo González, y el general Jesús Carranza tomaron la ciudad de Querétaro. Eran mas de 20 000 soldados que llegaron con sus soldadura y su carabinas 30-30. Los pocos alumnos del Seminario fueron violentamente enviados a su casa. Después de una noche de pánico, causado por los tiros, gritos desaforados y carreras de lo que habían entrado en la ciudad sin encontrar resistencia. Los soldados ocuparon los mesones y los Conventos. El Liceo de los Hermanos, el Pío Mariano, San Felipe, La Cruz, Teresitas y otros fueron convertidos en cuarteles, mientras que los jefes se hospedaban en las casas particulares. Las autoridades huertitas fueran puestas en prisión. La Revolución, tantas veces negada y rechazada, había llegado para quedarse. A su paso, los jefes militares constitucionalistas impusieron contribuciones forzosas a las familias pudientes, saquearon las cajas de los Ayuntamientos, robaron y asaltaron haciendas.

El 2 de agosto de 1914, el coronel de artillería Federico Montes Alanís fue nombrado gobernador y comandante militar de la plaza de Querétaro. Durante este primer gobierno, Montes Alanís cultivó el terror entre las clases medias y las dominantes. En particular, los queretanos se atemorizaron por los constantes cateos que se efectuaban a las casas particulares, y amenaza de la pena de muerte.

Como repudio a la Iglesia, se habían quemado los confesionarios del Templo de San Francisco y muchos sacerdotes fueron deportados a México en una «Jaula de ganado», lo que causó gran indinación entre los queretanos.

El Rector del Seminario, tuvo que acogerse al Consulado Español, donde permaneció hasta el 11 de agosto, día en que fue sacado a viva fuerza por agentes de la policía, violando territorio extranjero, para llevarlo primero a un cuartel y luego a la estación de ferrocarril, pero no para ser deportado, como a otros sacerdotes, a la frontera y desterrados del país sino a la estación de comunidad de La Griega, sin saber por qué. El día 12 fue de nuevo traído a Querétaro, en donde quedó en relativa libertad. El 29 de agosto los dos superiores que habían quedado en Querétaro y otros tres sacerdotes recibieron la orden de partir desterrados a los Estados Unidos en el tren que iba a salir media hora después. A las ocho d la noche partió el tren rumbo a San Luis Potosí. Con la partida de ellos, el Seminario pasaba de nuevo a manos del clero secular, después del período en que había estado en las de los RR. PP. Operarios Diocesanos, período tan prometedor de grandes bienes para una formación integral de los futuros sacerdotes de la Diócesis.

A fines de agosto de 1914 el Vicario Capitular Sede Vacante, el Padre D. Manuel Reynoso Olmedo, huye del país a causa de los trastornos políticos de la revolución carrancista. Queda al frente de los asuntos eclesiásticos el Ilmo. Padre D. Florencio Rosas Arce, en calidad de Pro Vicario Capitular, época terrible, gobernó en medio de un mar de tribulaciones, permaneciendo al frente de la Iglesia, sufriendo disgustos y humillaciones, exponiendo su vida, antes de abandonar a su grey que se le había encomendado. El Padre D. Florencio Rosas Arce,

Las autoridades civiles que el llamado Gobierno Constitucionalista impuso en Querétaro, hicieron imposible por de pronto que los seminaristas se reunieran en alguna forma para reanudar sus estudios.

El 2 de abril de 1915, el Gral. Obregón tomo la ciudad de Querétaro, y nombró a José Siurob gobernador y comandante militar de la plaza. El Pío Mariano, el Liceo (Teresitas) y el Hospicio Vergara fueron convertidos en hospitales de sangre. En tres días llegaron a Querétaro más de 800 heridos, la ciudad no estaba preparada para recibir tal cantidad. Como lo temían los queretanos, por falta de higiene, a principios de junio de 1915 se registró un brote de cólera. Además, el tifo y la viruela se habían extendido entre la tropa.  Siurob también aplicó la ley de manera indiscriminada, como en los tiempos de Huerta, desterró a varios sacerdotes.
 
 El 3 de mayo de 1915 Federico Montes Alanís vuelve a gobernar Querétaro, impuso la higiene pública –obligó a todos a bañarse- y organizó un servicio de inspección médica diaria para controlar la peste de tifo y viruela; anunció que la propiedad privada sería respetada «en lo absoluto»; ratifico el principio de separación Iglesia-Estado. 
  
Tan pronto como las circunstancias lo permitieron el Provicario Capitular, reunión a los seminaristas en pequeños grupos bajo la dirección de sacerdote muy recomendables. Las casas en donde se reunieron eran: la cural de San Juan del Río, la del Capellán de la hacienda de Jurica y la del mismo padre Rosas. Mejorando un poco la situación, en julio de 1915 dispuso que concurrieran a clases, en noviembre de 1915 dio principio a una vida de Semi internado, del cual fue rector el Padre Florencio Rosas, así estaba salvado, gracias a la protección de la Virgen de Guadalupe y al celo del Sr. Rosas, el Seminario en plena época de efervescencia revolucionaria.
 
 Entre tanto los Excmos. Sres. Obispos mexicanos refugiados en La Habana, con la precaria situación a que se habían tenido que reducir, provocaron la caridad de dos sacerdotes norteamericanos que cayeron en la cuenta de ella, y luego la de algunos de los Sres. Obispos de la misma nacionalidad, quienes, para resarcir en lo posible las injusticias que con México habían tenido sus coterráneos, invitaron a los desterrados a cambiar su residencia a los Estados Unidos, ofreciéndoles mejores condiciones de vida.
 
Aceptada la invitación, ya en el hospitalario país, manifestaron a .sus generosos bienhechores que una de las mas grandes penas que los afligían era el saber que los edificios de sus Seminarios habían sido confiscados, que los seminaristas estaban dispersos, y que no había esperanzas en lo humano de poderlos reunir para que continuaran en debida forma su formación en un futuro próximo. Esto movió a los dirigentes de la Sociedad para la Extensión de la Iglesia Católica, de la cual había sido fundador y era entonces Director Mons. Francis Clement Kelley, a ofrecer la ayuda necesaria para que se estableciese en los Estados Unidos un Seminario Nacional Mexicano, en el cual los mexicanos aspirantes al sacerdocio pudiesen en una vida tranquila de oración y estudio continuar su propia formación eclesiástica.
Pbro. Francisco F. Gavidia Arteaga