martes, 23 de septiembre de 2008

Comunión Querétaro N°553 21/Septiembre/2008 página 2

Para pensar...

¿Cada cuánto debemos comulgar?
Catholic
Un capitán de navío que comulgaba todos los días, también montaba en cólera ruidosa por su carácter. Un oficial le dijo: ‘Hay algo que no entiendo, mi capitán: usted es piadoso, comulga todos los días y, sin embargo, le suele dominar la cólera’. Y el capitán le contestó: ‘Muchacho, si no comulgara todos los días, ya hace tiempo que los hubiera arrojado a todos por la borda’».
La Comunión frecuente
La Eucaristía es centro de la vida de la Iglesia, su columna vertebral, la presencia real de Jesucristo entre nosotros. Es el gran tesoro de la Iglesia y de cada uno de los cristianos.
La Iglesia, conociendo la grandeza de la Eucaristía y sabiendo que la comunión es indispensable para que el alma viva y se fortalezca, nos pide en su tercer mandamiento que comulguemos al menos una vez al año en tiempo de Pascua, para que, a la vez que nos alimentamos, recordemos también la Resurrección de Jesús.
Asimismo, como los frutos de la Eucaristía son tan maravillosos, la Iglesia nos invita y aconseja vivamente que comulguemos frecuentemente: cada día, si es posible. Si todos los miembros de la Iglesia nos alimentamos con frecuencia del Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, estaremos unidos íntimamente a Él y nos fortaleceremos, vigorizando así a toda la Iglesia.
Si el sarmiento permanece unido a la vid, dará mucho fruto y su fruto permanecerá. San Francisco de Sales, en su Introducción a la vida devota nos habla de la comunión frecuente: «Si les preguntan por qué comulgan tan a menudo, respondan que es para aprender a amar a Dios, para limpiarse de las propias imperfecciones, librarse de sus miserias y consolarse en sus quebrantos.
Comulguen lo más a menudo que puedan
Créanme, si las liebres en las montañas se vuelven blancas en invierno de tanto ver la nieve, así ustedes también, de adorar y comer la misma hermosura, bondad y pureza en este divino Sacramento, llegarán a ser hermosura, bondad y pureza».

El arte y San Pablo...

San Pablo
Autor: Masaccio
Fecha: 1426
Museo: Museo San Mateo de Pisa
Características:51 x 30 cm.
Material: Témpera sobre madera
Estilo: Renacimiento Italiano
Al ser desmembrado el Políptico de Pisa a fines del Cinquecento los especialistas intentan encontrar la ubicación exacta de las tablas, estableciéndose diversas hipótesis relativas a su distribución. Se considera que el San Pablo que aquí contemplamos y el San Andrés que hace pareja con él estarían colocados junto a la Crucifixión. El santo aparece con su cuerpo de frente y la cabeza girada hacia la derecha, portando en su mano derecha una espada -en alusión a su pasado como general romano perseguidor de cristianos- y en la izquierda un libro identificado con las Sagradas Escrituras en cuyo nombre San Pablo predicaba. Su rostro está perfectamente individualizado y destaca por su expresión de bondad. La figura está dotada de una sensacional monumentalidad gracias a la iluminación empleada, los pliegues del manto y la disposición de sus brazos. El fondo dorado es una reminiscencia gótica que posiblemente se deba al deseo del cliente.

Para no olvidar...

Como instrumentos
Por David Llena
Dios al crear al hombre su imagen y semejanza le dio a éste la posibilidad de continuar la obra de su creación. Nos dio la posibilidad de optar por nosotros mismos y en esa posibilidad está la de hacer caso omiso a su ley escrita en la naturaleza.
Y eso hizo el hombre y eso sigue haciendo el hombre. Hemos perdido la ley de nuestro corazón con el agravante de que nuestra libertad nos impide la fidelidad a las normas.
Y Cristo vino a mostrar ese camino olvidado además de sellar un pacto irrompible con el Padre pues lo selló con su propia sangre.
Ahora se ha reestablecido el camino pero en la libertad del hombre podemos seguir ese camino hacia la salvación o rehuir de él. Dios necesita de nosotros. El Espíritu será el que nos guíe si nosotros le dejamos.
La comparación es como ese instrumento que en manos de un maestro virtuoso es capaz de expresar la mejor de las músicas. El maestro le sacará las mejores notas, tensando las cuerdas y haciéndolas vibrar una y otra vez. Sin instrumento el maestro será incapaz de interpretar la música y si el instrumento se deja en manos de cualquier profano no hará más que molestar de forma ruidosa.
Nosotros somos esos instrumentos y nuestra libertad nos hará optar por ser tocados por Dios o dejarnos llevar por otros vientos. Las obras que hagamos serán esa música deliciosa si nos dejamos llevar por Dios o viciada si la toca un profano. Nuestro interior será tensado y sufrirá de cualquier forma pero Dios sabe como cuidar ese instrumento y sabrá sacarle la mejor de las músicas.
Luego sólo queda darse cuenta que los aplausos del público no son al instrumento sino al Maestro. Nosotros solo somos siervos en las manos del Señor

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