martes, 23 de septiembre de 2008

Comunión Querétaro N°552 14/Septiembre/2008 página 2

Para pensar...

Pan para la vida
En la oración que Jesús nos enseñó pedimos el pan de cada día. Lo pedimos. Por eso decimos "danos". Antes de ser resultado de nuestro trabajo, el pan es fruto de la tierra. O sea, don de Dios que hace que la tierra produzca sus frutos. Todo lo que tenemos y necesitamos es don de Dios, que hay que recibir con agradecimiento, reconociendo que Dios es el dispensador de todos los bienes, también de los temporales. Reconocemos, además, que este pan es "nuestro". El pan no es mío, no puedo quedármelo todo para mi. Hay en esta petición una maravillosa lección de justicia social: si hay mucho pan, pero es mío, entonces como yo sólo. Si hay poco pan, pero es nuestro, entonces podemos comer todos. El pan está para repartirlo. El hambre comienza cuando alguien pretende tener comida para él solo.
Pero decimos algo más. Pues esta expresión: "pan de cada día", tal como la han interpretado los Padres de la Iglesia, podría referirse al pan de la Palabra de Dios y al pan de la Eucaristía, de modo que una posible traducción sería: anticípanos hoy el pan de la vida eterna. Este pan de la vida eterna se anticipa en la Eucaristía donde recibimos la prenda de la gloria futura. También la vida eterna se anticipa cuando acogemos la Palabra de Dios, que forma un todo con la Eucaristía: "no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". De modo que el pan de cada día nos recuerda el pan incorruptible de la casa del Padre: "Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios" (Lc 14,15).
En esta petición quedan ligadas de forma indisoluble nuestras necesidades con las necesidades del hermano, y ello nos hace anhelar este banquete celestial en donde no habrá más necesidad, pues rebosaremos de todo bien. Y todo esto se anticipa en el banquete de la Eucaristía y se nos anuncia y promete en el pan de la Palabra de Dios.
Martín Gelabert,OP

Voz sacerdotal...

Los nuevos flautistas de Hamelin
El flautista de Hamelín es una conocida fábula de los Hermanos Grimm que cuenta un misterioso hecho ocurrido en esa ciudad alemana, que primero afectó a las ratas y posteriormente a sus niños. En la actualidad, con respecto a los niños, han aparecido los nuevos flautistas de Hamelín, como son los ordenatas, o la PlayStation, o la Wi-Fi.
Por ello, ya han surgido voces de alarma. Débiles, pero significativas. Y así por ejemplo, recientemente el Ayuntamiento de Nueva York ha llenado la ciudad con carteles en los que se ve al genial monstruo Shrek diciendo: ¡Juega una hora al día! (¡por lo menos!, añadiría yo). ¿No es increíble?
Hace menos de cincuenta años, las madres se desgañitaban llamando por la ventana a sus hijos, que estaban jugando en la calle, para que subieran a cenar. Ahora también se desgañitan, pero para que abandonen alguno de los artilugios electrónicos mencionados.
Y en esta adicción a las pantallas no hay clases sociales, es más fácil que en la casa del pobre entre algunos de estos aparatos que un libro. Pero muchos intelectuales, temerosos como siempre de ofrecer una imagen obsoleta, cantan sus excelencias, como en los cincuenta hicieron del coche, sin permitir que se les ponga ningún reparo. Los políticos también se apuntan a tal celebración. Todos exhortan a padres y educadores a no perder el tren informático. Parecería ser que si los niños en un mundo digital, ¿por qué obligarles a un mundo obsoleto, despreciando lo nuevo, cuando están en la escuela o fuera de ella?
Pero es alarmante la cantidad de horas que un niño pasa frente a esas pantallas electrónicas. Me atrevo a afirmar que necesitan algo más sencillo para entender el mundo, que al fin y al cabo es el objetivo de toda verdadera educación. Pienso que necesitan por ejemplo: la voz humana del educador (profesor o padre); la necesidad de educar su sentido crítico, de expresarse, de buscar información en una biblioteca, de subrayar líneas de un libro, de escribir a mano, de leer en voz alta, etc. Yo diría que, más que obsoleto, saber mirar a los ojos de un adulto que te instruye en vez de a una pantalla, es algo revolucionario.
La gran mayoría de madres del mundo han dejado de llamar a sus hijos por la ventana. Ahora se asoman con precaución al cuarto donde están hipnotizados por los nuevos flautistas de Hamelín.
.. Alfonso Esponera Cerdán

El arte y San Pablo...

San Pedro y San Pablo
Autor: Navarrete el Mudo
Fecha: 1577
Museo: Monasterio de San Lorenzo de El Escorial
Características: 230 x 180 cm.
Material:Óleo sobre lienzo
Estilo: Renacimiento Español
Destinados a las capillas menores de la Basílica de San Lorenzo de El Escorial, Navarrete el Mudo firmó el 21 de agosto de 1576 el contrato para la ejecución de 32 lienzos representando en cada uno a una pareja de santos ante un paisaje en demostración de su eficacia como intercesores y ejemplos de buena conducta. Una de las cláusulas advertía. «Y en las dichas pinturas no ponga gato, ni perro, ni otra figura que sea deshonesta, sino que todos sean santos y que provoquen a devoción». Fernández sólo tuvo tiempo de realizar ocho de las 32 pinturas ya que su delicada salud falló y el 28 de marzo de 1579 fallecía en Toledo antes de cumplir los 60 años. La admiración del pintor hacia la obra de los grandes maestros del Renacimiento italiano se pone de manifiesto en esta imagen donde emplear amplias figuras que recuerdan a Miguel Ángel mientras que en las expresiones y el fondo paisajístico se hace evidente la referencia a Tiziano o Rafael; resulta así una obra muy atractiva en el austero panorama renacentista español.

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