jueves, 23 de octubre de 2008

Comunión Querétaro N°557 19/Octubre/2008 Opinión

El arte y San Pablo...

Conversión de San Pablo
Autor: Caravaggio
Fecha: 1601
Museo: Col. Odescalchi Balbi
Características: 237 x 189 cm.
Material: Óleo sobre lienzo
Estilo: Barroco Italiano

Este cuadro constituye la primera versión de la Conversión de San Pablo encargada para la capilla Cerasi de Santa María del Popolo. Sin embargo, y como ya le había ocurrido anteriormente con sus trabajos para la iglesia de San Luis de los Franceses (véase por ejemplo la Vocación de San Mateo), la pareja dedicada a la Conversión... y a la Crucifixión de San Pedro fueron rechazadas. De este modo el artista hubo de pintar velozmente nuevas versiones. Tenemos, pues, un primer acercamiento al tema de la caída de Saulo en el camino, cegado por la luz divina. Junto a otras, éstas son las primeras incursiones de Caravaggio en el arte monumental de la esfera pública, lejos de los encargos privados de cultos protectores. Así pues, el joven artista recurre a una composición más segura, pero algo arcaizante, y que al final se le desmorona un tanto. Los modelos que emplea son manieristas, e incluso puede decirse que la figura caída de San Pablo está tomada de Miguel Ángel, probablemente de los frescos de la Capilla Paolina. El número de figuras no es excesivo, pero da la impresión de ser una multitud, por el movimiento y la gestualidad. La composición está abigarrada y se apelotona en el tercio superior, con poca gracia. Además, Caravaggio ha renunciado a su habitual sutileza para referirse a la presencia divina, que normalmente simboliza con la llegada de la luz. En este lienzo, pese a que Saulo está caído e iluminado por una luz artificial y misteriosa, por el ángulo opuesto se precipita una figura con los brazos tendidos hacia su futuro seguidor, apenas contenido por un ángel más prudente. Mientras, Saulo en el suelo se tapa el rostro con dolor, incapaz de enfrentarse aún a los designios divinos.

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Voz sacerdotal...

Efectos para los mismos de siempre
Estoy realmente admirado por la facilidad con que los gobiernos de las grandes potencias han encontrado cerca de varios millones de millones en las arcas del Estado para afrontar la actual crisis financiera, cuando jamás hallan fondos para mejorar las becas de estudio o de investigación, para dar casa a los damnificados por los monzones o por los tsunamis, y así se cargan de un plumazo cualquier proyecto de universalizar la atención sanitaria o la educación obligatoria, por poner unos ejemplos. Y no quiero entrar en el tema de las desigualdades mundiales y la miseria en el Tercer Mundo, para lo que las mismas instituciones nunca, nunca, encuentran dinero para su cooperación para el desarrollo. Y es que esto de dedicar las arcas de los Estados para salvar esta crisis es una operación, cuando menos, hipócrita. Y lo que es más grave, estoy seguro que, al final, golpeará a los mismos de siempre: los menos protegidos y desfavorecidos.

Dicen los analistas que todo será distinto después de esta crisis. No lo veo tan claro, pues creo que es un mero paréntesis en la imperante economía de mercado. O sea: un salvar con el dinero de todos los contribuyentes, para luego volver los ultraliberales y defensores de la economía de mercado a seguir enriqueciéndose.

Alfonso Esponera Cerdán, O

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Algo breve...
Humanismo/ecologismo
Es considerable el aprecio que la palabra «vida» -con todas las limitaciones y corruptelas que se quieran constatar- va consiguiendo en las sociedades desarrolladas. También es muy frecuente que la palabra de Dios recuerde al discípulo la importancia de la vida. Es verdad que se dan ciertos ecologismos poco serios, que sirven para refuerzo del sistema y entretenimiento de bien alimentados.

Estos mantienen fuera de sus objetivos la preservación de la vida del hombre o de grupos humanos en peligro de deterioro o desaparición. «Buitres leonados quedan pocos; hombres hay demasiados» parece ser su filosofía.

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Para pensar...

Aún existen los milagros
Por David Llena
Me llamó la atención cuando le preguntaron al corredor, si después de su mala calificación iba a cambiar de estrategia en la carrera, a lo que él contestó: «Necesitamos la estrategia del milagro». La respuesta fue dada desde la incapacidad que tenía. Sabía que con sus propias fuerzas y por mucho que su equipo trabajase la tarea de hacer un buen puesto en aquella carrera no dependía de ellos solos. La respuesta fue dada desde el desánimo, dando de antemano la carrera por perdida.

También nosotros en el ámbito de la fe tenemos estas experiencias. Esforzarnos al máximo y el resultado es mínimo o nulo. «Toda la noche hemos pasado bregando y no hemos pescado nada». Esta es la primera actitud, darnos cuenta que el éxito en nuestro trabajo depende del Señor: «Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles…» leemos en el Salmo 126. Y esta premisa se nos hace más dura hoy en día en que buscamos la satisfacción inmediata.

Pues bien, tras escuchar aquellas palabras entendí que era una muy buena ocasión para «hacer el milagro» todas las televisiones iban a estar presentes para que todos lo viesen, sin embargo «muchos viendo no verán y oyendo no escucharán» (Lc 8, 10). En muchas ocasiones delante de nuestros ojos se realizan cantidad de milagros y sin embargo al no estar en sintonía con el Reino de Dios, no somos capaces de percibirlos.

A pesar de lo difícil que lo tenía, al día siguiente se presentó en la línea de salida. También esto es importante. ¿Cuántas veces no vamos al encuentro del Señor porque nos parece que la tarea es imposible? Con nuestra actitud, dejamos a Dios sin poder actuar. Si hubiese decidido abandonar, no podría haber ganado la carrera. Porque ¡ganó la carrera! No solo hizo un buen puesto, sino que el «milagro» se hizo.

¿Quién lo vio así? Muchos se quedaron en lo superficial, como aquellos que tras la multiplicación de los panes solo vieron su hambre saciada. Muchos solo grabaron en su mente el primer puesto y la alegría del premio pero… ¿Quién fue el que permitió el puesto tan atrasado que el corredor obtuvo tras su clasificación? ¿Quién fue el que «decidió» la estrategia de parar el primero? ¿Quién fue el que puso la situación necesaria en el momento necesario que le permitió adelantar a todos sus rivales? ¿Quién hizo que un coche que no había funcionado bien hasta entonces se mostrara competitivo en aquel circuito, en aquellas condiciones?

Muchos lo llaman fortuna, pero incluso el comentarista habló de la fe del corredor en que esa meta era posible, a pesar de las dificultades. Otros vemos en esta situación, como en casi todas las de nuestra vida una Mano Providente que actúa sin saber nosotros como.

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