viernes, 11 de julio de 2008

Comunión Querétaro N°543 13/julio/2008 Opinión

Voz sacerdotal...


Partir de la realidad una exigencia ética y pastoral
La propuesta de los señores obispos en el Documento de la V Conferencia de Aparecida, en la misión evangelizadora de la Iglesia, es partir de la realidad, pero siempre con una mirada de discípulos y misioneros de Jesucristo, para estar al servicio del Reino anunciado por Jesús, que vino para que todos tengan vida y para que la tengan en plenitud. Este sería el punto de llegada. (CF. DA No. 19, 20 y 33)
La realidad hace referencia a todo cuanto es o existe de alguna manera y que percibimos bajo distintas experiencias, con limitaciones y a veces con parcialidades por su misma complejidad e intereses ideológicos.
La realidad que vive nuestra sociedad esta marcada por grandes cambios que afectan profundamente la vida, tienen un alcance global, es decir, afectan al mundo entero, de ahí el término globalización. (CF. DA No. 33 y 34).
En este nuevo contexto social tiene que analizarse la realidad, aprovechando los aportes de los científicos sociales, pero sobre todo, desde nuestro reconocimiento de Dios quien da el sentido unitario para todo lo que existe. (CF. DA No. 42).
Analizar la realidad de las circunstancias o de las situaciones concretas es un campo al que se dedican las ciencias sociales, pero también, es una exigencia ética, evangelizadora y pastoral de la Iglesia, llamada a orientar la conciencia humana que se ve desafiada por la realidad, con la necesidad de tomar decisiones en situaciones sociales complejas.
Una formación e información ante la realidad, desarrollaría la capacidad crítica, permitiría alternativa de opciones y una mejor toma de decisiones para la convivencia social y la creación de estructuras más justas en el sistema social.
La doctrina social de la Iglesia acepta que no tiene soluciones ante situaciones dadas tan diversas y ante las cuales no se puede pronunciar una palabra única. Pero enseña y aporta criterios de juicio que ayudan a discernir las situaciones concretas en los principios inalienables del ser humano, sujeto y beneficiario de la vida social y económica, para su bienestar temporal y espiritual.
P. Gabino Tepetate Hernández.

El rincón de los jóvenes...

Ramat Rachel:
Palacio de reyes, descanso de la Virgen María y S. José
En Ramat Rachel, junto a Jerusalén, los arqueólogos encontraron el palacio y los jardines de los reyes judíos del período final del Primer Templo (VII BC).
Los arqueólogos también encontraron en la misma colina las ruinas de una antigua iglesia construida en torno a la roca donde, según una antigua tradición, la Virgen María y San José descansaron en su camino a Belén. Esto significa que, providencialmente, habrían descansado en el lugar donde vivían sus ancestros, los reyes descendientes del rey David.
La iglesia se llama «Katisma» (asiento) porque la roca se llama «asiento de María» porque allí ella descansó.
Algunos expertos creen que los musulmanes se inspiraron en esta iglesia mariana para construir en Jerusalén la famosa mezquita sobre la roca. Ambas construcciones son octagonales y están construidas en torno a una roca.

Para reflexionar...

Carta abierta a Pablo de Tarso
Por Ángel Gómez Escorial
Siempre he querido, amigo Pablo, dirigirte una «cartas abierta». Pero no ha habido ocasión, aunque, tal vez, tampoco me haya atrevido. Me anima a hacerlo la existencia de este Año Paulino, decretado por el Papa Benedicto. Yo veo, sobre todo, en estos doce meses dedicados a profundizar en ti y en tu obra, un camino profundamente ecuménico. Y me alegro. Y te explico: desde mis principios en la vida de fe, no hace mucho tiempo, me fascinó la existencia del Octavario de Oración por la Unidad de las Iglesias. Y que fuera la fecha de tu conversión el «escaparate» de dicha semana de oración. Es verdad que las Iglesias ortodoxas han seguido, siempre, teniendo en ti un adalid. No obstante, dichas iglesias viven y se desarrollan –muchas de ellas— en las tierras donde tú ejerciste tu misión evangelizadora. Grecia, Turquía y, en general, Oriente próximo, fueron los escenarios de tu misión. Y tus viajes se narran en los Hechos de los Apóstoles. Y en tus cartas a los fieles de Corinto, Éfeso, Galacia nos describen problemas y acciones humanas, muy parecidas a las que vivimos nosotros. Dicen, por otra parte los comentaristas y exégetas que tu «mejor» carta es la dirigida a los Romanos, ya en el mundo latino. Yo no sé si esa es la mejor, porque a mi, todas me inspiran y son una fuente de conocimiento –nuevo en cada momento—de la realidad profunda de Cristo. Nadie, creo que nadie, le ha definido así, como tu lo haces. Ni nadie, como tú ha sabido vivir intensamente con Él y dentro de Él.
Por otro lado, la reforma protestante de organizó desde el conocimiento de tu conocida doctrina sobre la determinación y sobre la fe sin obras. Cosa controvertida que para mi no lo es. Los teólogos protestantes han trabajado muy fuerte con tu doctrina. Tal vez, en una época los estudiosos católicos se dedicaron a otros caminos. Pero yo creo que ambos grupos, y gracias a la profunda realidad de tu doctrina, fueron convergiendo en el único camino posible: un solo rebaño, con solo Pastor, que es Jesús. Y de ahí toda esa significación profunda en ecumenismo que adquiere, en el tiempo contemporáneo, tu figura y tu obra. Te entreviste esa división en aquello «de ser de Apolo, de Pablo, de Pedro…». Pero asumiste que es Cristo —y su Espíritu— quien evangeliza y convierte, los demás, puros peones. Y así es.
Yo, venerado amigo Pablo, como converso a más de los cincuenta años, me maravilla –no sé si me da un poco de envidia—tu conversión a golpe de caída de caballo. Sin duda, Jesús Resucitado te hizo un gran favor: te donó una conversión inmediata y duradera…¡Ahí es nada! Aunque, desde luego, te cambió la vida del todo, te volvió del revés. Ciertamente, Jesús necesitaba de ti para una misión y por eso te eligió. A todos nos elige para algo, lo que hace falta que lo sepamos ver y poner en marcha.
Y por hoy ya no te escribo más. Es posible que a lo largo de este año dedicado a ti, lo haga alguna vez más. Lo que yo quiero ahora es tu intercesión fuerte para que yo, gracias a Dios, pueda conocer y vivir a Cristo como tú lo conociste y lo viviste. ¡Muchas gracias y que seas bendito por siempre!

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